Translate

lunes, 29 de abril de 2013

En los Brazos de Dios


¿Qué edad tenia?  7 u 8 años o un poco más tal ves, nada como la niñez, mi mundo era mi habitación y un patio que compartían 5 casas que para mi era una extensión enorme, en época de lluvias una selva por explorar y muy en especial dos árboles un enorme huanacaxtle y otro que crecía sobre unas rocas un cascalote, si el primero era imponente este otro más pequeño era “mi árbol” al cual podía trepar y ocasionalmente invitar a mis amigos a mi lugar especial, la imaginación volaba inspirada en mucho por los comics que leíamos, libros, radio y las narraciones de la tradición popular, no había televisión. Nuestros juguetes “monos” de hule o plástico, carros, caballos, vaqueros, soldados, luchadores, cobraban vida en nuestra imaginación y ahí todo podía suceder. Cuando nos visitaban niñas los juegos eran otros las escondidas, el cinto escondido, a la roña, los encantados, el quemado, modelar con barro, pero la mayoría de las ocasiones estaba solo  y tenía mucho tiempo para pensar hacerme preguntas y experimentar con cuanto material callera a mis manos.
                Sucedió una mañana muy soleada, el clima era muy agradable en especial el patio que había sido regado, el olor de tierra mojada, había una cama artesanal bajo la sombra del huanacaxtle de las conocidas como “cama de lías” eran solo cuatro barrotes empotrados entre sí, con mismo número de patas y tejida con un cordel de ixtle muy áspero había que ponerles un petate (una estera tejida de palma) para poder dormir con mas comodidad yo no esperé a eso y me acosté directo sobre el tejido de mecates y pronto me olvidé de la incomodidad, la imagen ante mis ojos era impresionante las enormes ramas del árbol se mecían movidas por el suave viento sobre el fondo del abismo azul del cielo.
                Entonces ocurrió algo que no se ha vuelto a repetir en toda mi vida, una mezcla de sentimientos y sensaciones puramente intelectuales, algo que no se puede describir en palabras, lo intento aquí con ideas sueltas. Sentí una gran tranquilidad, me sentí protegido y muy querido, completamente confiado nada podía hacerme daño, extasiado con esa luz que se filtraba entre las ramas del árbol y el contraste entre los tonos de verde y el azul. Ese instante duró poco, me incorporé satisfecho, feliz, muy alegre.
                Tratando de explicar esto acuñé la frase “Fue como estar en los brazos de Dios”

No hay comentarios:

Publicar un comentario